Por
esas cosas que a veces ocurren con la informática, en una proyección con
ordenador cuando daba una clase en la Universidad se me colaron de forma rápida
pero de manera clara y visible tres fotografías (una detrás de otra) de los
queridos Roco (un pastor alemán), Zoe (una labrador negro) y Esni (gatita de
raza desconocida y que es la jefe de la banda). La sonrisa de los alumnos fue
general y las caras de los mismos denotó que a la mayoría les encanta los
animales. Me he alegrado de ésta respuesta del personal a la exposición
sorpresa; es señal inequívoca de personas con un buen corazón. Pasado el
instante de gloria de mis grandes amigos animales y tras las disculpas
correspondientes, proseguí con el tema objeto de la clase: Métodos de mejora y tratamiento del terreno en la Obra Civil
y fundamentalmente la Vibroflotación, las Columnas de grava, la Compactación
dinámica y el Jetgrouting.
Cuando
estoy escribiendo ésta anécdota en el ordenador tengo a Zoe mirándome con sus
grandes ojos marrones (ella es de color negro pero sus padres son chocolate) a
la espera de que termine y le preste un poco de atención. Todo ello con una
paciencia infinita y sin un mal gesto ni un ladrido. Cuando le doy una simple
caricia comienza a mover el rabo y si observa que la caricia es un poco
duradera se frota contra las piernas y se tumba patas arriba para que le
acaricie la barriga y el cuello. No se cansa nunca de las acaricias. Si tengo
que seguir trabajando sigue en silencio tumbada a mis pies (siempre en
contacto) y en ocasiones durmiendo plácidamente.
Que razón tenía el que dijo “que cuanto más conozco a los hombres más quiero a mi perro (a cualquier perro, a los animales)”. Ya han pasado por mi vida muchos perros y no me canso de decirlo: nunca he visto un amor y una lealtad semejante.
Que razón tenía el que dijo “que cuanto más conozco a los hombres más quiero a mi perro (a cualquier perro, a los animales)”. Ya han pasado por mi vida muchos perros y no me canso de decirlo: nunca he visto un amor y una lealtad semejante.